Además de hacerlo para justificar mi huella de carbono, pues algún obsequio debemos legarle al mundo, escribo porque necesito una coartada para no sucumbir antes de tiempo; porque la vida está vacía de significado y puede moldearse con arreglo a mis ideas, saber un poco a mí; porque disfruto vengarme de esta realidad malsana; y, en suma, porque a través de la escritura soy creador, homicida, crítico y fedatario de mis días. Después de todo el escritor, además de un demiurgo, es el asesino de sí mismo y de su época. ¿Cómo no iba a estar tosiendo letras por doquier?