“La sensación de no tener poder sobre las personas y los hechos nos resulta insoportable: cuando estamos desvalidos nos sentimos miserablemente mal. Nadie quiere tener poco poder; por el contrario, todos aspiramos a poseer una cuota cada vez mayor”[1]. “Desde el comienzo de la historia, la búsqueda y la retención del poder han moldeado la interacción entre individuos, grupos y sociedades enteras. Para Aristóteles, el poder, la riqueza y las amistades eran los tres elementos que constituían la felicidad de una persona”[2]. “Veo como una inclinación general de toda la humanidad un deseo perpetuo e incansable de adquirir poder tras poder, que sólo termina con la muerte”[3]. “Donde encontré un ser vivo, allí hallé la voluntad de poder; e incluso en la voluntad del siervo hallé la voluntad de ser amo”[4]. “A tiene poder sobre B en la medida en que puede conseguir que B haga algo que de otra manera no haría”[5]. “Meter a alguien en prisión, encerrarlo, privarle de comida, de calefacción, impedirle salir, hacer el amor… etcétera, ahí está la manifestación del poder más delirante que se pueda imaginar”.[6]
“Las únicas armas que nos permiten obtener de la gente lo que queremos son la fuerza y la astucia. Dicen que también el amor es un arma de ese tipo, pero ello equivale a esperar los días soleados, y en la vida es necesario aprovechar cada instante”[7]. “La flecha disparada por el arquero podrá matar o no a una única persona. Pero las estratagemas urdidas por el hombre sabio pueden matar incluso al niño en el vientre de su madre”[8]. “La política es la continuación de la guerra por otros medios”[9]. “El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”[10]. “No pude menos que pensar, para mis adentros, en los engaños, en la gran cantidad y variedad de artimañas, en la diligencia con que el hombre agudiza su ingenio para engañar a los demás y de qué manera, a través de esas infinitas variaciones, se embellece el mundo”[11]. “El saber más práctico consiste en disimular”[12]. “Las cortes son, incuestionablemente, sede de cortesía y buena cuna; si no fuera así, serían sede de masacre y desolación. Quienes ahora se sonríen y se abrazan se enfrentarían y apuñalarían entre sí, si los buenos modales no se interpusieran entre ellos”[13]. “La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra nos pueden matar una vez; en política, muchas veces”.[14]
“Los principios no existen; lo único que existen son los hechos. No hay bien ni mal, ya que éstos son sólo circunstancias. El hombre superior se compromete con los hechos y las circunstancias a fin de dirigirlos. Si hubiese principios y leyes fijas, las naciones no los cambiarían como uno cambia la camisa, y no se puede esperar que un hombre sea más sabio que toda una nación”[15]. “Cualquier hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará yendo a la ruina entre la gran cantidad de hombres que no lo son. Por lo tanto, un príncipe que quiera conservar su autoridad deberá aprender a no ser bueno y usar ese conocimiento, o prescindir de su uso, según las necesidades que se presenten”.[16]
“Hay que darle un sentido a la vida por el hecho mismo de que la vida carece de sentido”[17].“¿Por qué desperdiciar la vida buscando un epitafio? ‘Te recordaremos con cariño’ ¿Quién salvo un idiota quiere algo así cincelado sobre su cabeza? No es más que incontinencia sentimental. Enfrentémonos a los hechos: la vida es un juego que suma cero y es mediante la política como decidimos quién gana y quién pierde. Y, nos guste o no, todos somos jugadores”.[18]
[1] Robert Greene.
[2] Moisés Naím.
[3] Thomas Hobbes.
[4] Friedrich Nietzsche.
[5] Robert Dahl.
[6] Michel Foucault.
[7] Johann Von Goethe.
[8] Chanakia.
[9] Carl von Clausewitz.
[10] Sun Tzu.
[11] Francesco Vettori.
[12] Baltasar Gracián.
[13] Lord Chesterfield.
[14] Winston Churchill.
[15] Honoré de Balzac.
[16] Nicolás Maquiavelo.
[17] Henry Miller.
[18] Michael Dobbs.